lunes, 3 de julio de 2017

COLOMBIA: HUELGA DE HAMBRE Y CUMPLIMIENTO DE COMPROMISOS DE LA PAZ



 

Miguel Ángel Sandoval, perteneciò al Ejèrcito  Guerrillero de los Pobres (EGP) guatemalteco. Participó en la Comisión Político Diplomática de la Insurgencia y en las conversaciones de Paz. Su opiniòn acerca de los procesos de negociaciòn de la paz es muy calificada.

Miguel Ángel Sandoval Vi con sumo detenimiento un pequeño informe en un video donde el compañero Samtrich da cuenta de la cantidad de presos en huelga de hambre, incluyendo datos sobre varios de ellos que han decidido sellarse la boca con costuras. Termine estremecido por el valor de los presos al emprender esta huelga de hambre, un recurso extremo hay que decir, solo
leído en las historias de Gandhi o en los filmes evocando la resistencia en otros países, Irlanda uno de ellos.

La demanda de los presos colombianos es simplemente justa. En las negociaciones por la paz para Colombia se hizo el compromiso de dejar en libertad a quienes estuvieran en las cárceles por delitos atribuidos a la guerra que ya termino, y ello tomando en consideración que si algo no corresponde a delito son los actos de resistencia armada que el pueblo colombiano se vio en la necesidad de impulsar.

Pero hay algo más. Uno de las mismas difíciles de resolver es la implementación de todos los compromisos que se asumen en la mesa de negociaciones. Al menos por la parte gubernamental que de manera general dicen que ellos han derrotado a las guerrillas o a las fuerzas de la oposición, según el país que se trate y que en consecuencia no se cumplen algunos compromisos y no pasa nada pues, la guerrilla sin armas no puede hacer mayor cosa y finalmente tienen que aceptar que se les ha perdonado la vida y todos en paz y muy satisfechos. La verdad es otra.

Al día siguiente de la firma de la paz y el cese el fuego, da inicio una lucha política muy seria  que puede adquirir, incluso, formas ríspidas e incluso violentas siempre que no rebasen el umbral de las armas. Son las manifestaciones, los plantones, las tomas de edificios gubernamentales, los mítines callejeros, o ahora sabemos, puede haber una huelga de hambre. En otras palabras, la construcción de la paz no consiste en una situación de tranquilidad o de una especie de hermandad entre todos los actores de la guerra que recién termina. 

Es el inicio de la lucha política por la implementación de los compromisos adquiridos en la mesa de negociaciones, que como sabemos, tanto en El Salvador, Guatemala y ahora Colombia, han sido producto de una lucha interna en todos los sectores. En el campo gubernamental la decisión de ir al diálogo y la negociación no fue algo tranquilo, hubo contradicciones, algunas muy duras, entre ellas la derrota del uribismo y eso hay que tomarlo en cuenta.

Del lado de la insurgencia ha habido, es la experiencia, luchas y debates internos antes de tomar la decisión de ir a la negociación política y concluir la guerra de manera negociada. Fue necesario expulsar de las filas de las FARC a unos cuantos que se oponían a la negociación y que intentaron formas de insubordinación. Nada es de gratis ni regalado, dice el refrán.

El punto principal es que los compromisos de la paz constituyen una agenda que debe ser cumplida, pero  ser cumplida no limita ninguna forma de lucha política, ninguna forma de exigencia para que el cumplimiento sea en los plazos acordados o previstos. Y este es el otro tema central: se puede en ocasiones considerar que el cumplimiento de los plazos se puede postergar, recalendarizar se decía en Guatemala. Pero ello solo entraña en riesgo de incumplimiento puro y simple, pues la recalendarización solo se puede pensar como una forma de ganar tiempo para ir provocando el desgaste de las fuerzas revolucionarias, pues para estas el cumplimiento de lo acordado en la mesa es la carta de presentación a la sociedad. 

Sin el cumplimiento de lo acordado en la mesa, las fuerzas ex insurgentes no tienen nada o si se prefiere, no tienen mucho que ofrecer a las fuerzas sociales que pueden ser aliadas de los proyectos políticos que se impulsen como fuerzas políticas organizadas en las nuevas condiciones.

La experiencia nos dice que en El Salvador, un día de retraso en la concreción de algún punto acordado en la mesa, daba lugar a que l FMLN hiciera un hecho político que algunas ocasiones alcanzaba ribetes de escándalo y daba como resultado, que algún dirigente viajara de emergencia a la sede de la ONU a exigir la responsabilidad con los acuerdos pactados.

Mientras en Guatemala, la extensión del estilo de la mesa de negociación diplomática a la realidad social y política del país, dio como resultado la recalendarización de los plazos y las metas en varias ocasiones hasta desnaturalizar el conjunto de compromisos. El proceso de paz perdió contenido y en gran medida sentido.  Por ello el balance que se puede hacer en cada uno de los procesos señalados, debe ser una fuente de enseñanza en la transición colombiana.

Este conjunto de elementos es lo que me lleva a considerar de importancia medular la huelga de hambre de los presos políticos colombianos que de alguna forma simboliza Samtrich, uno de los negociadores de los acuerdos y un representante de la dirección de las fuerzas ex insurgentes. Con esta huelga que lo que demanda es la liberación de los presos acordada en la mesa, se está jugando en gran medida el rumbo que pueda tomar el conjunto de los acuerdos de paz de Colombia. O se aceptan los incumplimientos o se lucha pera sean cumplidos en los plazos acordados con las condiciones requeridas.

Es importante además que toda la membresía de la las fuerzas ex insurgentes sepan que la paz es siempre un proceso de lucha, que es constante, que busca construir nuevas condiciones de vida para el país en su conjunto y que las fuerzas de la oligarquía y sus aliados no están dispuestos a perder ni uno solo de sus privilegios atendiendo solo a razones por buenas que sean. La construcción de la paz es el reino de la correlación de fuerzas políticas, de la capacidad de sumar más sectores a la exigencia del cumplimiento y a la acción política más imaginativa que sea posible. Lo contrario, mejor no pensarlo por ahora.

Por ello, mi reconocimiento y profunda solidaridad con el gesto que ahora simboliza el camarada Santrich vocero de todos los presos de Colombia, que deben ser liberados para que sean en sus comunidades, en sus centros de estudio o de trabajo, activistas de la construcción de la paz.

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